Dormir mejor: guía práctica basada en la evidencia para mejorar el descanso
Lectura completa · Blog SVS Psicólogo
Dormir bien no depende únicamente de la cantidad de horas, sino de hábitos consistentes, un entorno adecuado y una correcta regulación del estrés. El sueño es un proceso biológico sensible a rutinas irregulares y a la hiperactivación mental, por lo que pequeños ajustes sostenidos pueden producir mejoras significativas.
A continuación encontrarás estrategias respaldadas por la evidencia científica para mejorar la calidad del sueño de forma realista y sostenible.
Mantén horarios de sueño regulares
El cuerpo funciona con un ritmo circadiano, un reloj interno que regula el sueño y la vigilia. Acostarte y levantarte siempre a la misma hora facilita que el organismo anticipe el descanso.
- Mantén horarios estables incluso los fines de semana.
- Evita retrasar la hora de dormir más de una hora.
- La necesidad de “dormir mucho” en fin de semana suele indicar deuda de sueño acumulada.
- Las siestas deben ser ocasionales y breves (20–30 minutos). Las siestas largas o frecuentes suelen empeorar el sueño nocturno.
Optimiza el entorno para dormir
El dormitorio debe asociarse exclusivamente al descanso.
Temperatura, luz y silencio
- Mantén la habitación entre 18 y 21 °C.
- Prioriza la oscuridad total: la luz inhibe la producción de melatonina.
- Reduce ruidos o utiliza tapones si es necesario.
Uso de la cama
Reserva la cama solo para dormir y actividad sexual. Trabajar, estudiar o usar el móvil en la cama debilita la asociación entre cama y sueño.
Comodidad física
- Un colchón en buen estado (renovarlo aproximadamente cada 10 años).
- Almohadas adaptadas a tu postura.
- Las mantas con peso moderado pueden favorecer la sensación de calma en algunas personas.
Reduce la exposición a luz azul antes de dormir
La luz azul de pantallas interfiere directamente con la melatonina, retrasando el inicio del sueño.
- Evita móviles, ordenadores y televisión 30–60 minutos antes de acostarte.
- Idealmente, deja el móvil fuera del dormitorio.
- Sustituye pantallas por lectura en papel, música suave o respiración consciente.
Cuida la alimentación nocturna
Lo que comes y cuándo lo haces influye en el descanso.
- Cena al menos 1,5–2 horas antes de dormir.
- Prioriza comidas ligeras y fáciles de digerir.
- Evita estimulantes en las horas previas: café, té, refrescos, chocolate, nicotina o alcohol.
- No conviene acostarse con hambre intensa, pero tampoco con digestiones pesadas.
Ejercicio físico y exposición a luz natural
La actividad física regular mejora la calidad del sueño al regular el estrés y los ritmos biológicos.
- Realiza ejercicio preferiblemente por la mañana o la tarde.
- Evita entrenamientos intensos cerca de la hora de dormir.
- Pasar al menos 30 minutos al aire libre ayuda a sincronizar el ritmo circadiano.
Crea una rutina relajante antes de dormir
El cerebro necesita señales claras de que el día termina.
Dedica los últimos 20–30 minutos a actividades tranquilas:
- ducha o baño caliente,
- lectura relajada,
- estiramientos suaves,
- meditación o respiración lenta (inhalar 4 segundos, exhalar 4–6).
Esta rutina reduce progresivamente la activación fisiológica.
Maneja el estrés antes de acostarte
Uno de los mayores enemigos del sueño es la rumiación nocturna.
- Anota preocupaciones o tareas pendientes antes de ir a la cama.
- Practica relajación muscular o respiración consciente.
- El objetivo no es “dejar la mente en blanco”, sino permitir que se desacelere.
Qué hacer si te despiertas por la noche
- Si no consigues dormir tras 20 minutos, levántate.
- Realiza una actividad tranquila en otra habitación con luz tenue.
- Vuelve a la cama cuando reaparezca la somnolencia.
Forzarte a dormir aumenta la activación y dificulta conciliar el sueño.
Qué evitar si tienes problemas de sueño
- Trasnochar de forma habitual.
- Usar alcohol o fármacos sin supervisión médica como “ayuda” para dormir.
- Pasar largos periodos despierto en la cama.
Cuándo buscar ayuda profesional
Si tras varias semanas de aplicar estos cambios el descanso no mejora, es recomendable consultar con un profesional. Los trastornos del sueño requieren una evaluación adecuada y, en muchos casos, un abordaje psicológico o médico específico.
Clave final: constancia y paciencia
Dormir mejor no suele lograrse de un día para otro. El sueño responde a hábitos repetidos, no a soluciones rápidas. Pequeños cambios mantenidos en el tiempo producen mejoras estables y medibles en descanso, energía y bienestar emocional.